7:23

Son las tres y veintisiete de la mañana de una noche cualquiera
en que la luna no ha tenido que abrigarse bajo un árbol de higo.
y las orugas esperan el amanecer para romper el ayuno.
Es el séptimo sueño de una madrugada senil.
No fue un párpado el que se abrió, ni mucho menos los dos.
Una antorcha más pequeña que una pupila se escabulló en mi frente.

Levito por el aire hasta que veo las ruinas de un reloj
que con letras digitales marca en negro las siete y veinti…
Tres segundos me ha tomado recuperar el cuerpo de doce pieles.
Miro mis manos borrosas mientras tratan de traspasar las paredes.

Oigo muy bien la lluvia caer sobre las hojas
que se cuelgan de los árboles, temerosas de caer.
Intento abrir mis ojos de concreto.
La cera no deja que los pétalos de miel respondan.

Un alambre me traspasa el cóccix intentando arruinar mi balance
Un cosquilleo electromagnético, y una sobredosis de sangre en mis uñas
El alambre se enreda en mis vértebras intoxicadas
haciendo que escupan magnetismo.

Sube retando la gravedad, girando en la dirección sagrada.
Ha despertando a la garrapata desvelada que buscaba descanso en mi clavícula
y ha robado de mis codos las arrugas culebrescas.
El oro baña mis linfas mientras el cable serpentea mis escápulas
y deja su hilo de araña por cada una de mis costillas.

Ahora, las oscilaciones inconfundibles me dominan
Ondas de agua, oscilaciones de viento, fuego sinusoidal.
Patrones definidos cuestionan la entropía.

Mi cabeza se infla siguiendo patrones infinitos.
Sin pensarlo, toda la luz se concentra en un punto.
Aquel agujero brillante absorbe las huellas de una utopía.
Un estroboscopio blanco en tu entrecejo.

Una onda eléctrica recurre mi espalda, pero para en el corazón.
Mis hombros de repente se ven rodeados de cobre helado,
de un frío que me calienta, hasta quitarme las sábanas.

Una flor de loto cubierta de arena te espera en la cama.
Ando desacostumbrado de tanta cordura,
descifrando la ilusión de la imperfección.
Me cansé de fingir las coincidencias del universo.